Antonio de Escaño y García de Cáceres (1750–1814) fue un militar y marino español que partició en casi todas las grandes operaciones navales que sostuvo España en aquella época: la expedición contra Argel en 1783, la defensa de Cádiz en 1797 frente a la escuadra británica, las batallas de Brest, Finisterre y Cabo de San Vicente, en la que, gracias a su visión militar, consiguió salvar el buque insignia español, el Santísima Trinidad, hecho por el que recibió la encomienda de la Orden de Santiago.
Sin duda, su participación en la batalla de Trafalgar es la más relevante, dada su trascendencia. Debido a su gran experiencia náutica y militar siendo segundo jefe de la escuadra española a las órdenes del almirante Gravina, sería el escogido para trasladar al jefe de la escuadra francesa, el general Villeneuve, la opinión española de romper el cerco de la flota inglesa saliendo de la bahía de Cádiz, sugerencia a la que el oficial francés se negaría.
Tras la batalla de Trafalgar, a pesar de haber resultado herido en la contienda, fue quien comunicó al primer ministro Godoy el resultado del combate, ya que «la situación en que se encuentra el teniente general don Federico Gravina, de resultas de un balazo de metralla que al fin de la acción de ayer recibió en su brazo izquierdo, no le permite dar a Vuestra Excelencia noticia de este combate sangriento».
En 1810, ascendido a teniente general de la Armada, Escaño fue elegido miembro del Consejo de Regencia de España e Indias. Cuando este organismo dimitió tras la convocatoria e inicio de las Cortes de Cádiz, fue el único miembro al que se le autorizó la residencia en la ciudad. En ella murió a mediados de 1814, pocos días después de ser nombrado capitán general de Cartagena, cargo del que no llegó a tomar posesión.
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